Por: María Fernanda Medrano

El teatro llegó a Bogotá, ocupó sus calles y escenarios para brindarle a los espectadores la oportunidad única de entretenerse con una de las expresiones artísticas más antiguas y bellas de la humanidad.

El teatro se remonta a los inicios mismos del hombre, que desde siempre ha buscado formas de comunicación y de expresar sentimientos. Fueron los griegos los que crearon el vocablo Drama, palabra que connota acción y representación, y fueron ellos unos de los primeros creadores de grandes tragedias interpretadas por actores para un público. Pero el teatro ha viajado incesantemente desde la antigüedad y ha sido disfrutado y preparado por varias de las más grandes mentes de la historia.

Sin embargo, las artes escénicas han llegado a convertirse hoy en otro esclavo del olvido y del menosprecie artístico; la costumbre de ir a los escenarios ha quedado rezagada únicamente a los festivales.

Bogotá es un semillero teatral, a pesar de que éste sea un hecho bastante desconocido para el público en general; durante muchos años el trabajo de la directora del Teatro Nacional, la fallecida Fanny Mickey, fue quién llevó la bandera teatral en nuestro país y, sin desconocer la maravillosa labor lograda por Fanny y su equipo de trabajo, hay mucho más escondido entre los barrios de Bogotá, los pueblos vecinos y las ciudades entre montañas. Casas viejas convertidas en salas de cámara, grupos ensayando en viejos salones para poder darle rienda a su pasión y a su modo de vida, teatreros ecológicos metidos en los cerros... Una de las cosas más increíbles al encontrarse con este tipo de personajes es su pasión por lo que hacen y su perseverancia por lograr andar toda su vida en lo mismo.

El “teatrero” termina por convertirse un poco en educador, con el camino que la vida les va dando han aprendido que el teatro es un arte que enseña y que hay que dárselo al pueblo, hay que trasmitírselo a los demás y con éste crear un impacto. Ella Becerra, actriz Bogotana, que actualmente hace parte de la obra Jappy Hauer, dice que a ella una experiencia teatral en el colegio le cambió la vida y es eso lo que ahora busca, tocar a alguien y ojalá ofrecerle una experiencia que haga que su vida tome un rumbo inesperado pero generoso y fructífero.

El teatro independiente en Bogotá es un movimiento presente en la ciudad desde hace muchos años, es quizá lento, pero seguro, se ha dedicado, desde cada uno de los grupos y escenarios, a cultivar un espectador, pero más que a esto, a darle una maravillosa primera experiencia teatral, para lograr que se convierta en un espectador fiel, que goce de ir a un teatro y que la próxima vez que quiera ir al cine pueda pensar en que también existe la opción dramática. Nombrar los grupos pertenecientes a esta corriente es una lista larga: el Teatro R101, dirigido por Hernando Parra, el Teatro El Local, dirigido por Miguel Torres, Teatro La Candelaria, dirigido por Santiago García, La Libélula Dorada, dirigido por César Álvarez, Hilos Mágicos, dirigido por Ciro Gómez, Teatro La Varanda, Tecal, Químera, Contrabajo, y muchos otros más, que en silencio trabajan día y noche por fortalecer la cultura teatral y por dar espectáculos de calidad que puedan dejar alguna enseñanza en el público.

El teatro nace en los lugares más inesperados y atrapa a quien menos se lo esperan; en un pueblo escondido los zancos se toman las calles y un director dedicado, apasionado por lo que hace, le da la posibilidad a un montón de jóvenes desocupados de crear algo con sus vidas, este es el caso de Mauro Donetti, un director italiano, que llegó a Colombia hace más de 40 años y que desde hace más de 15 se radicó en Tabio, una población a cuarenta minutos de Bogotá, repleta de gente con ganas de crecer. Mauro es una de las personas que ha pasado su vida dedicado a otros, dedicado a la enseñanza, porque con el teatro ha hecho de muchos jóvenes mejores seres humanos,

Es por esto que en días como los que Bogotá vivió estas últimas semanas, cuando toda la ciudad se ve totalmente sumergida por espectáculos de todas las esquinas del mundo, los espectadores debemos aprovechar, aprovechar y tomar lo que nos dan y gozar de una de las experiencias más enriquecedoras que se puede tener. Y es que no solo estuvo el XII Festival Iberoamericano de Teatro, sino que también se tomó la ciudad el Festival Alternativo de Teatro, un movimiento paralelo al Festival Iberoamericano que invita a los grupos y salas “alternativas” de teatro, como bien lo dice su nombre; es organizado por la Corporación Colombiana de Teatro y se ha ido consolidando como un evento de envergadura que alberga invitados de varias ciudades colombianas y de varios países. Este tipo de sucesos son una muestra de que es posible generar espacios nuevos, donde todos los artistas tengan cabida y puedan expresar y exponer sus trabajos, es este tipo de fortalezas y eventos los que los artistas bogotanos necesitan, lugares donde su trabajo tenga una vitrina y donde sus sueños se vean reflejados y donde además puedan generar un ingreso.

El teatro se tomó Bogotá por un mes… ¡hagámoslo durar el año entero!

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